divendres, 7 de març del 2014

 
 
De vegades pensem que la inspiració és lluny, que cal agafar un avió i creuar oceans, o que fins i tot no és al nostre abast. I tot i que de vegades està de molt mala lluna, la inspiració viu amagada rere les cortines de casa, entre els plats bruts de la pica, a la taula del darrere de la cafeteria… i al vestíbul del nostre institut.

Els textos que us presentem van ser escrits el mes de desembre pels alumnes de 4t d’ESO, mentre miraven l’exposició “Un altre model és possible”, creada pels alumnes de dibuix artístic del mateix nivell.

L’art és arreu… i, com deia Bécquer, només espera que algú arribi i el trobi.

Sònia Moya


 

 No quieras ser “Superman”
 
No quieras ser “Superman”, para abusar de la violencia,
no quieras ser un robot, para poseer insensibilidad,
no quieras ser un cavernícola, para gozar de la ignorancia,
no quieras ser quien no eres; sé tú mismo y ya verás.

Haz lo que el corazón te palpite, siempre con sensibilidad,
haz lo que la mente te dicte, no olvidándote del respetar,
haz lo que el viento te susurre, mientras no seques el mar,
haz lo que el destino no te diga, nadie te va a obligar.

Nadie es mejor que nadie y tú muy bien ya lo sabrás,
la felicidad es el motor de la vida,
y el amor el aceite que la rubrica cada día,
sin olvidarnos de la dulce libertad.
 
Daniel Salvans Quesada


 Opinión
 Mi primera impresión sobre “la representación de plástica” fue muy anterior a la de la mayoría de espectadores. El jueves de la semana anterior a que los expusieran pude ver los trabajos de dos de mis compañeras. En uno se veía a Rambo cantando en la ducha y en el otro se podía ver al mismo tocando el ukelele. De primeras, me parecieron divertidos. Una semana después, al volverlos a ver, mi opinión no cambió. Me fijé especialmente en un Terminator disfrazado de conejo rosa.

Respecto a los dibujos grandes, mis pensamientos se desviaron bastante del tema principal, primeramente. Cuando vi a Superman fregando lo primero que pensé fue: “¿Por qué querría Superman fregar con su traje?”, cuando vi al cavernícola con el osito rosa solo me vino a la cabeza: “En su época no existían los muñecos prefabricados, tal vez un palo envuelto en pieles”, y cuando me fijé en el Transformer con el flotador solamente pensé: “No puedes pedir a un robot que vaya bajo el agua más de lo que lo hace una tostadora”, aunque más tarde recordé que existen móviles que se pueden sumergir y que un robot fabricado en el ultraevolucionado Japón probablemente pueda hasta pasar a través de una bola de fuego.

Hace unas horas, cuando buscaba cosas con sentido para poner en este texto, me di cuenta de lo bien que están hechos los dibujos grandes. Los estereotipos masculinos eran ridiculizados usando estereotipos femeninos*. Por ejemplo, Superman y Popeye, valientes y fuertes, fueron dibujados fregando y cuidando de un bebé, respectivamente, que son un par de los clásicos clichés usados sobre las mujeres.  Además, hicieron aparecer a Lara Croft, la más clara figura de los ideales masculinos actuales. Una chica joven y perfecta físicamente, además de fuerte, independiente, valiente y solitaria, abreviando, lo que en inglés se diría “badass”.

Siendo sincero, me gusta mucho que hagan este tipo de exposiciones en el instituto ya que enseñan valores a los adolescentes y disminuyen las posibilidades de que se quebranten estos en un futuro.

*Cuando digo “estereotipos masculinos” me refiero a estereotipos masculinos sobre los hombre y cuando digo “estereotipos femeninos” me refiero a estereotipos masculinos sobre las mujeres.

Jonatan García De Arco


Querido diario,  
 
Ya sé que hace unos días que no te escribo pero me han pasado una serie de cosas que no he podido asimilar bien todavía. Lo que  me ha pasado no se lo he contado a nadie aun ya que no sé ni a quien, ni cómo, ni cuándo, de momento lo único que se me ocurre es escribirlo en mi diario, en el diario de todas las cosas que me han pasado ya que algún día me podría servir para alguna cosa lo que ahora te voy a contar…
 
Como ya sabes, tengo un novio, Fran, desde hace ya unos tres meses y todo va muy bien: lo quiero mucho y me tratar superbién, pero un día de repente todo empezó a cambiar y no sé por qué… Se lo pregunté pero no me contestó… Y fue entonces cuando nos peleábamos: me empezó a pegar, a agarrar por los pelos, a amenazar sin ninguna razón.

Dejé de ir con mis amigas porque él me lo prohibía, y tampoco quería que nadie me viese con los moratones; tampoco veía a mi familia y los echaba de menos cada día que pasaba. Me comía el coco porque no sabía qué es lo que había que hacer. Una vez buscando por internet encontré un grupo donde todas las chicas que estaban maltratadas quedaban una vez por semana para poder expresar todo aquello que sentían sin ser juzgadas, un día fui para probar y me gustó, ya que fue la primera vez que expresé todo aquello que sentía dentro que no había sido capaz de explicárselo a nadie. Un día escuchando todas las historias de aquellas pobres mujeres me harté y fui a denunciar a mi novio, porque no podía más y no podía seguir así, porque sentía que me merecía algo mejor… todo el mundo se merece algo mejor. 

Al cabo de unos días la policía vino a mi casa y esposó a Fran. Él estaba muy cabreado pero me sentí  bien, sentí que hacia lo correcto.  Fran estará a la cárcel durante muchos, muchos años.

Seguí  yendo a las reuniones, allí había hecho nuevas amigas y me propuse de ayudarlas a que se atrevieran a denunciar a sus maridos, novios… Esas reuniones se volvieron un bien para las mujeres, cada mujer salía de esa reunión con una sonrisa, con unas ganas de vivir su vida sin ser maltratadas. Ninguna mujer se merece ser maltratada por nadie, ni por un hombre que se sienta superior, porque al final todos somos iguales, tanto hombres como mujeres. 

Laia Sanahuja Treserras



Al oír el chirrido de la puerta abrirse, solamente pienso en cerrar mi corazón bajo llave para no sentir dolor. Mi cara refleja tranquilidad, aunque por dentro soy un fuego, quemando todo lo que está a su paso hasta que ya no se impone nada, nada más que cenizas... polvo. Polvo que con una simple brisa arriba el vuelo con todos los demás sentimientos que he ido arrinconando.

Estoy frente al espejo, me miro... no me encuentro la cara bajo todos los azules y en la calavera marcada no me reconozco. Con maquillaje me tapo las heridas. Me miro de perfil... la barriga la veo pequeña para estar de siete meses; no me importa lo que me pase a mí, ya no tengo más deseo de escapar, mi único deseo ahora es el bienestar de mi hija. Aunque él no reconoce en ella a su hija como suya y me trate de escort diciéndome que el hijo es de otro, me mantiene en casa por miedo a que lo denuncie.
Llega a casa de mal humor, ebrio a más no poder, olor a tabaco y orines, me empieza a picar... No noto el dolor... Comienzo a sangrar... Para, yo voy al lavabo, salgo y me abraza, me aguanto las ganas de llorar.
Empiezo a tener contracciones y noto la silla muelle, llamo y no viene nadie, me mareo y no viene nadie, me desmayo y no viene nadie, pasa el tiempo y no viene nadie... yo inconsciente en el suelo no me puedo mover, sólo resignarme a esperar o a morir, posiblemente una muerte lenta y muy dolorosa por no poder salvar al ser que crece dentro de mí...
Abro los ojos, una sala de hospital blanca, desierta, estaba sola, y en ese momento, una sombra borrosa se entrelaza en mi mirada, una enfermera entraba en la sala con mi hija en brazos, me la mujer, la miro y comienzo a llorar, no de emoción, sino de tristeza, tristeza al ver que mi hija había nacido en un mundo en que las mujeres son taco poco valoradas que las tratan como sacos de boxeo para desahogar sus molestias y angustias. Las lágrimas caen hasta mi boca, que poco a poco se va convirtiendo en una sonrisa. Mis fuerzas comienzan a desfallecer, los brazos se me caen... el corazón no me responde y la máquina de electro anuncia una parada, se llevan a mi hija y me quedo inconsciente sobre la camilla.
Perdí mucha sangre en el parto, la falta de nutrientes por no poder comer, adelantarse dos meses al salir de cuentas y todo el dolor reprimido durante el embarazo, hicieron que mi hijo acabase huérfano con sólo dos horas de vida. Me consuela saber que se hará justicia por mi dolor, la custodia de mi hija quedará a manos de mi hermana y en mi testamento explica perfectamente todo lo que lleva haciendo durante estos meses de gestación en que mi marido no me hacía sentir una mujer... me consuela saber que el futuro de mi hija, será mejor que el mío. Una vida termina para dar paso a una nueva.

Ester Closa Valls




EL TÍPICO HOMBRE


En el siglo XVIII,
los machitos nunca lloran,
matan niños y señoras,
mientras visten finas ropas.

En el siglo XIX,
los machitos que no lloran,
hacen guerras por valientes,
mientras huyen por cobardes.

Pero en el siglo XX,
¿los machitos cuándo lloran?
¿Tienen miedo de los trueques?
ya que todo está cambiando.

En el siglo XXI,
los machitos siempre lloran,
cuidan niños cuando lloran,
mientras ponen lavadoras.

Cuanto más aparentaban,
menos demostraban.
Por suerte hoy en día,
Ya no hay tantos muy machistas.

Quizás más adelante,
nos sorprendan gratamente,
dejando hacia un lado
las diferencias del pasado.

 
Mónica Moraleja Mellado


 

El ultimo día del maltrato

Se fue a la cama llorando, mientras él encendió la televisión para ver el f'útbol, y empezó un cigarrillo, aún sabiendo que ella detestaba el olor. Sabía que no podía seguir así, estaba harta de sus amenazas, de su desprecio, y de sus golpes cada vez menos suaves. Ya no veía en él, el hombre del que se enamoró. Sólo veía un animal que la destrozaba día a día.
Intentó dormir durante horas, pero no pudo. Fue al baño a lavarse la cara, y encontró pegado en el espejo un papel: ''Te quiero cariño, perdón. Estoy en el bar.''
Cogió la nota y la lanzó al váter después de romperla con toda su rabia.
Hoy, además de asustada y harta, estaba cansada de amar a quien la apagaba cada día más y más, y de esperar una solución. Cogió su ropa, dinero y algunas cosas más y se fue.


DIARIO DE BEGOÑA
Un día más, otro día aguantando lo mismo, la misma rutina, la misma historia de siempre. Mientras él está trabajando yo tengo que ocuparme de despertar al niño, hacerle el desayuno y llevarlo al colegio sin que nadie me vea, vea cómo estoy, y me pregunten qué es lo que tengo en la cara, en el cuello o en el brazo, todo depende del día. Después tengo que dejar la casa como los chorros del oro y hacer ver que nada ha pasado. Tiene que estar todo perfecto antes de que llegue él y procurar que nada de lo que hago le haga enfadar.
Ayer, querido diario, me equivoqué. Nuestro vecino, Marcos, trae a mi hijo del colegio junto al suyo todos los días, pero ayer no pudo ir a buscarlos y tuve que hacerlo yo. Cuando llegué al colegio, la profesora de mi hijo se paró a hablar conmigo y contarme cómo iba en los estudios. Yo no quería entretenerme pero no pude escaquearme. Al llegar a casa tenía aún cosas por hacer y cuando llegó él no tuve tiempo y no acabé mis tareas. Cuando llegó y vio que no lo había acabado se enfado muchísimo y me gritó, me insultó, me acusó de no haber acabado las tareas porque estaba con un supuesto “amante”, me llamó “guarra” y después me cogió del cuello y me empujó hasta darme contra la pared. Allí siguió gritándome y me pegó… Un puñetazo aquí, una patada allí, y muchos, muchos insultos y gritos, pero por uno más no iba a pasar nada… Al final se cansó y me dejó allí tirada en el suelo sangrando y llorando; suerte que el niño ya estaba durmiendo y no oyó nada. Sentiría mucha vergüenza si lo hubiese oído.
Hoy he tenido una visita; esta mañana mi madre ha venido, quería llevarse al niño el fin de semana para que yo pudiera pasarlo con mi marido y poder ir a cenar a aquel restaurante romántico que me prometió hace tiempo. Me ha visto los moratones y, como una madre preocupada, me ha preguntado. Yo le he dicho lo de siempre, la misma excusa: “Me resbalé en el baño y me caí; nada preocupante, mamá, soy muy torpe”. Creo que después de tantas veces, ya no se lo cree, pero yo no puedo hacer nada. A veces he pensado denunciarlo y acabar con todo este sufrimiento, huir de él, pero solo trabaja él, a mí no me deja, vivo de su dinero y si me voy, ¿qué voy a hacer? Con la crisis no hay trabajo y yo sola con mi pequeño no podría mantenernos, y yo nunca me iría sin él.
Me consuelo pensando en que cada vez falta menos para que mi hijo se haga mayor y pueda vivir solo y hasta entonces tendré a mi pequeño bien cuidado y yo al menos un plato en la mesa. Aunque sea a cambio de golpes, aguantaré. Lo hago por él.

Xènia Peirón